domingo, 18 de junio de 2023

Tres cerditos

 Había una vez tres hermanos que vivían en una gran urbe que antes había sido un hermoso bosque. La especulación inmobiliaria había acabado con todos y cada uno de los árboles de aquel bosque donde a día de hoy reinaba el cemento y las luces de neón en cada esquina.


El hermano mayor, el más inteligente, había sabido especular y se había construido una bonita casa unifamiliar, de esas con jardín y piscina privada, en la parcela que un día ocuparon más de 100 robles que ya habían pasado a mejor vida.


El hermano mediano, siempre miedoso y más precavido, no se había atrevido a invertir sus ahorros cuando su hermano se lo recomendó y no pudo aprovechar la revalorización del terreno familiar que por herencia le pertenecía y no pudo construir más que un sencillo pareado de una sola habitación aunque a él le parecía más que un palacete.


El hermano pequeño, fiestero y despreocupado, había dilapidado su parte de la herencia en fiestas, drogas y mala vida, lo que le había llevado a vivir en un piso de protección oficial en el peor barrio de la urbe. Aquel lugar que siempre hay en las grandes ciudades y que parece destinado a recoger la escoria social, todos aquellos que un día tuvieron nombre y que hoy nadie recuerda.


Pero la peor parte se la llevo el que un día fue u vecino en el bosque, aquel al que nunca le dejaban jugar con ellos, aquel al que un día fue conocido como el señor Lobo y que hoy malvivía como sin techo en una ciudad cosmopolita.


Los días de Lobo eran interminables rondando entre contenedores, hurgando en la basura, durmiendo al raso y recordando que un día tuvo un hogar. Una madriguera amplia y confortable que incluso tenía conexión a internet y que se la habían expropiado para edificar un campo de golf anexo a una lujosa urbanización.

Lobo recordaba con desprecio como se había llevado a cabo ese proceso lleno de irregularidades por parte de la empresa adjudicataria propiedad de un auténtico cerdo especulador que junto con sus hermanos habían arruinado a mucha gente mientras ellos se habían hecho de oro.


No pasaba día en el que no pensase en personarse en la casa de esos cerdos usureros y capitalistas que le habían destrozado la vida.

Era vox populi que el hermano menor se había fundido toda su fortuna en drogas, fiestas y mala vida en general y que ahora este vivía en un piso de protección oficial, quien lo tuviera, pensaba Lobo cuando cada noche se tapaba con cartones para no pasar frío hasta que un día pensó que él tenía derecho a ocupar cualquier propiedad de aquellos cerdos especuladores y decidió empezar por la del hermano más débil, por el fiestero, por el tonto de la familia. Para él su pisucho de protección oficial era más que un lujoso palacio.

Todo parecía tranquilo hasta que una fría noche se atrevió a materializar lo que tantas veces había imaginado y se dirigió a la casa del hermano pequeño que estaba jugando en un casino Online tirando a la basura el poco dinero que aún conservaba en su cuenta, escuchó como alguien tocaba a su puerta, la finca no tenía portero y la entrada siempre estaba abierta y eso daba fácil acceso a los rellanos, Lobo empezó a amenazar:– ¡Hijo de puta devuélveme lo que es mío eres tú el que deberías estar al raso pasando frío y no yo! El pequeño de los cerdos se asustó y sin pensarlo abandonó el piso por la escalera de incendios mientras Lobo amenazaba con abrir la puerta. Forzaré y forzaré y tu casa ocuparé! Decía completamente fuera de sí.

Y tal como lo dijo, forzó la puerta y entró en el piso. Aquella noche Lobo no durmió al raso.

El pequeño de los cerdos especuladores muy asustado acudió al sencillo pareado de su hermano mediano y después de explicarle que había entrado un ocupa en casa le pidió cobijo y éste se lo dio.

A la mañana siguiente Lobo se despertó como hacía años que no se despertaba. Había dormido baja techo, en una cama confortable que le había hecho olvidar los cartones que durante los últimos años le habían acompañado. Se había levantado tan bien que se veía capaz de todo y por qué conformarse con un piso de protección oficial si podía aspirar a un pareado. El mediano de los cerdos era aún más culpable de sus desgracia que el pequeño de los cerdos y decidió que aquella noche la dormiría en un chalet pareado.

Al caer la noche se dirigió al chalet pareado del hermano mediano. .. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario